martes, 7 de octubre de 2008

Travestismo y transformismo en el teatro


Sesión 10. Travestismo y transformismo en el teatro. Con David Quintana (actor de “Tutti Frutti”), Fernando Quintana (actor de “Tutti Frutti”), Eduardo Soto (actor de “Travesti por mi abuela”) y Rodrigo Pérez (director de “Travesti por mi abuela”).

Sobre disfrazarse y travestirse:
El disfraz cambia lo que uno es por lo uno quisiera ser; revela más de lo que oculta en tanto manifiesta un deseo escondido; resume a quien lo lleva al sintetizar el papel que representa y el que desearía representar. Es una máscara asumida conscientemente, sobre todo en el marco de ciertos rituales religiosos y sociales.
El cambio de género a través del traje, complementado eventualmente por maquillajes y pelucas, es la forma más significativa de disfraz que recibe el nombre de travestismo, según el término acuñado por Magnus Hirschfeld, fundador del primer Instituto de Ciencia Sexual, en su estudio “Die Transvestiten”, publicado en 1910.
En opinión de la investigadora del tema Marjorie Garber, “el travestismo es un espacio de posibilidades que estructura y desorganiza la cultura: un imprevisto elemento de desorden, no solamente la categoría de la crisis de lo masculino y lo femenino sino la crisis de la categoría en sí”.

El travestismo en la historia del teatro:
Una línea de desarrollo del travestismo se encuentra estrechamente ligada con la historia del teatro.
· Grecia antigua: Su práctica estuvo presente en el teatro griego de la Antigüedad (que influyó más tarde en Roma). Era usual que en las representaciones, los roles femeninos se encomendaran a varones, de preferencia jóvenes, quienes se premunían de máscaras para la interpretación de los personajes.
· Mitología: El tema estaba presente en algunos relatos de la mitología, como el pasaje en que Hércules es comprado como esclavo por la reina Onfala, de Lidia (Asia), quien lo somete, le obliga a entregar la piel de León de Nemea que llevaba hasta entonces (símbolo de la masculinidad) y a vestir de mujer.
· Tragedias: Eurípides lo aborda también en “Las bacantes”, donde Penteo (rey de Tebas) se trasviste para espiar a su madre en el rito dionisíaco (“Tú, que estás tan ávido por ver lo que no debieras ver y te afanas en buscar lo despreciable, me refiero a ti, Penteo. Ven a la entrada de palacio, déjame verte vestido de mujer, de ménade, con el atuendo dionisíaco”, le indica el Extranjero al rey de la corte que simboliza la civilización).
· Japón y China: Para proteger la moralidad pública en Japón, se prohibió oficialmente en 1629 la actuación de mujeres en el teatro kabuki. Pocos años después y por las mismas razones, sólo se permitieron las representaciones de este género si actores jóvenes actuaban con el pelo afeitado. La puesta en escena de papeles femeninos a cargo de actores originó el arte de los onnagata, que siguieron siendo parte inseparable del kabuki aún al levantarse aquella prohibición. El entrenamiento de estos artistas, iniciado desde la infancia, exige un minucioso aprendizaje: deben estudiar, copiar y asimilar los gestos de las mujeres (maquillaje, vestuario, movimientos, psicología) para tener la posibilidad de representar el arquetipo de la mujer. En China, se desarrolló una práctica similar en el ámbito de la ópera tradicional, donde los roles femeninos demandaban la preparación de varones con voces adecuadas desde temprana edad.
· El teatro isabelino: Asociado principalmente con obras de William Shakespeare, el teatro isabelino adoptó durante la última parte del siglo XVI e inicios del XVII la misma convención y entregó los roles femeninos a jóvenes actores. Esto se explica también por códigos morales y la vinculación existente entre el teatro y la bohemia. En ese contexto ganaron celebridad intérpretes como Alexander Cooke, Joseph Taylor y Edward Kynaston. La disposición legal caducó en 1660 y las primeras actrices en asumir roles femeninos debieron convencer con distintas estrategias a la corte y a los espectadores que efectivamente eran mujeres.
· Los clásicos: El recurso suele ser común como herramienta de farsa y está en algunas comedias de W. Shakespeare (“Noche de reyes”) y Calderón de la Barca (“Las manos blancas no ofenden”).
· La mujer travestida: El travestismo de la mujer resulta menos frecuente, aunque la historia del teatro registra ejemplos ilustres. En el siglo XIX, Sarah Bernhardt sorprendió encarnando a Hamlet y la española Margarita Xirgu hizo lo mismo. El caso de Catalina de Erauso ha encontrado más de una versión teatral bajo el título de “La monja Alférez” y no sólo en la línea del Siglo de Oro español (existen versiones de Juan Pérez de Montalbán, Thomas de Quincey y Domingo Miras).

Variantes del travestismo:
Las investigadoras argentinas Beatriz Trastoy y Perla Zayas plantean que a partir del trabajo con el simulacro propio y ajeno existe una relación productiva entre travestismo y teatro. Esto porque los travestis construyen su cuerpo teniendo como horizonte para sus intervenciones un cuerpo femenino que es leído con la minuciosidad de quien lee un texto dramático que debe aprender de memoria.
Por otra parte, el travestismo constituye un ejemplo de cómo los lenguajes que acompañan a la palabra en escena (en este caso, maquillaje, vestuario, gestualidad) tienen capacidad de significar e, inclusive, de incidir fuertemente en la determinación de diferentes estéticas.
En el libro “Lenguajes escénicos” (Editorial Prometeo), las mismas autoras establecen algunos lineamientos útiles para enfocar las distintas expresiones que el travestismo encuentra en la actualidad:
· Transformismo: El término transformista suele ser empleado para designar a los/las drag-queens y a los/las drag-kings, quienes, a diferencia de los/las travestis, usan respectivamente ropas femeninas y masculinas, opuestos a sus rasgos sexuales biológicos que no ocultan.
· Music hall: Con modalidades y objetivos diferentes, el travestismo ha sido asimismo uno de los recursos más transitados en el ámbito del music-hall. En su mayoría se trata de hombres devenidos en mujeres a través de cuidadosas estrategias de vestuario, maquillaje, gestualidad y voz. Sus variantes trazan un amplio arco que va de la exaltación admirativa a la burda caricatura de lo femenino.
· Travestismo estetizante: Asociado principalmente con los espectáculos del grupo Caviar, de Buenos Aires, dirigidos por el actor, mimo y bailarín Jean Francois Casanova. Destaca por la riqueza pictórica de sus puestas que se sustenta en un vestuario y un maquillaje que capta especialmente el mundo de las grandes estrellas. Los espectáculos desbordan los límites del music-hall y combinan la danza, la mímica, la parodia, el drama y la comedia. No se emplea la voz, sino la fonomímica y lo musical contribuye a narrar.
· Travestismo cuestionador: Se excede la problemática de género y se pretende reflexionar sobre cuestiones existenciales e, inclusive, sociales en un amplio sentido. Pone acento en las marcas de género del discurso verbal y gestual. Llega a evidenciar la crisis de la dualidad que organiza los comportamientos humanos y puede hacer de espejo de las pulsiones reprimidas de quien observa estos espectáculos.
· Parodia de roles sociales: En este caso, el travestismo supone una cuidadosa elaboración de los lenguajes escénicos utilizados y la parodia de los roles familiares y sociales reconocibles en un contexto. También se parodian las imágenes convencionales de los/las drag-queen o se orienta la crítica hacia personalidades emblemáticas.
· Travestismo como contenido dramatúrgico: La inclusión de personajes que se travisten en las escrituras teatrales suele operar con distintos propósitos. A veces, el recurso sirve de metáfora de una estructura paternalista castradora, que impide el crecimiento y la socialización de los individuos que somete. En otras creaciones, se lo emplea como alegoría de la dualidad o del doble de los personajes.
· Travestismo político: El recurso funciona como estrategia de distanciamiento para resaltar determinadas características del personaje o de lo que éste simboliza. Es usual representar el devenir contemporáneo de los discursos políticos o ideológicos bajo el prisma del travestismo, donde nadie es lo que dice ser.
· Travestismo en la puesta en escena: A esta figura han recurrido algunos autores latinoamericanos, como Copi en “Eva Perón” o Jorge Díaz en “Nadie es profeta en su espejo”, para dar cuenta de los mecanismos de poder o de la caída de las utopías. Similar criterio se ha usado en versiones de “Orquesta de señoritas”, de Jean Anouilh, “Las criadas”, de Jean Genet y “La nona”, de Roberto Cossa (en Chile, a cargo de Aldo Parodi), aunque en estos casos el recurso se pone al servicio de la recreación de tópicos de género y de codicia. En Chile, “La manzana de Adán”, del grupo La Memoria, dirigida por Alfredo Castro, y las adaptaciones de crónicas de Pedro Lemebel (como “Loco afán”) se han enmarcado en la misma línea, junto a la versión de Andrés Pérez de “Madame de Sade”, de Mishima. En la escena internacional, destaca la pieza “Yo soy mi propia mujer”, del norteamericano Doug Wright (presentada en Santiago por el argentino Julio Chávez).

Sobre Los Quintana y “Tutti Frutti”:
Los Hermanos Quintana es una compañía liderada por los actores argentinos David y Fernando Quintana, que suma a bailarines e intérpretes chilenos.
Residen desde hace cinco años en Chile y desde hace dos han estrenado espectáculos en cartelera, los que han ido a la par de sus presentaciones en locales nocturnos.
Antes estrenaron “Clásicos y algo más” y “Cabaret tropical”.
En sus creaciones resaltan la parodia de estereotipos femeninos y trabajan con fonomímica, que les permite citar pasajes de teleseries, películas, programas de televisión y shows, aunque ambos mantienen una línea similar de personajes. También se basan en el cancionero de los 70 y 80 y realizan producciones audiovisuales que satirizan la cultura de la televisión. En escena, exhiben un alto número de cambios de vestuario y pelucas.
“Tutti Frutti” es su estreno más reciente, donde integran escenas de variado origen.
Al margen de los espectáculos, el grupo ha logrado crear una audiencia nueva para el teatro, que repleta las funciones programadas a las 11.00 de la noche y que se extienden hasta después de medianoche.
En el show participan David Quintana, Fernando Quintana, Carlos Chacón, María José López, Paula Valdivieso, Nicole Ortiz y Gustavo Acevedo.

Cartelera.
“Tutti fruti”. Teatro Bellavista. Dardignac 0110. 7322395. Viernes y sábado a las 23.00 horas. Convenio con Escuela de Espectadores.

Sobre “Travesti por mi abuela”:
“Travesti por mi abuela” es un café concert estrenado en 1973 por Eduardo Soto y remontado recientemente por el actor con dirección de Rodrigo Pérez. En formato de unipersonal, la puesta vuelve sobre los códigos de principios de los 70 (especialmente la cultura de la radio) y muestra al protagonista rememorando los éxitos de su abuela en revistas y shows nocturnos.
Para ello, se trasviste con las prendas y vestidos que ha heredado e interpreta un repertorio de canciones popularizadas por cantantes hispanas, como Sara Montiel.
El espectáculo se repondrá durante las próximas semanas en el Teatro La Memoria.


Claves para el análisis:
- Travestismo y transformismo
- Máscara, disfraz y seducción
- Parodia, grotesco y melodrama
- Travestismo estetizante y travestismo político
- Cruce de géneros

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