Obra: “La muerte de un vendedor”, de Arthur Miller. Dirección de Raúl Osorio.
Sobre la dramaturgia norteamericana:
Existe unanimidad entre los especialistas en literatura de habla inglesa, que la dramaturgia norteamericana se desarrolló tardíamente en relación a la narrativa y la poesía.
Aun así, se reconocen factores decisivos para su consolidación en los primeros años del siglo pasado:
· La influencia del naturalismo y de las piezas de Ibsen y Chéjov.
· El impulso que diera el autor, actor y empresario David Belasco (1853-1931) a producciones de corte realista, con la configuración de escenografías y ambientaciones ad hoc.
· El trabajo del director Arthur Hopkins que también avanzó en el ideal de una puesta realista y en el trabajo con los actores.
· La difusión del Método de Interpretación de Constantin Stanislavsky (desarrollado por la compañía Teatro de Arte de Rusia) que a mediados del siglo XX se sistematizaría gracias a la labor de Lee Strasberg (1901-1982) y la apertura en Nueva York del Actor’s Studio.
· La fundación del Taller 47 en la Universidad de Harvard en 1905 a instancias de George Pierce Baker que acogió cursos de dramaturgia elemental y avanzada y que se adoptó como modelo en otras instituciones universitarias del país.
· La apertura de pequeños teatros. El primero de ellos comenzó a operar en 1914 en la trastienda de una librería del Washington Square en New York, donde se montó un escenario. Fue el germen de los “Washington Square Players” hasta trasladarse a Broadway. Similar modelo operó en Provincetown, Massachussets (el “Teatro del Muelle”). Estos proyectos alentaron la formación de elencos y de un movimiento de aficionados en los 20 y 30, donde estrenaron las figuras insignes de la dramaturgia antes de pasar a Broadway (como Eugene O’Neill). También permitieron ensayar estructuras que rompían con los convencionalismos formales, constatar que existía una audiencia potencial para el teatro y tentar a novelistas y poetas a probar suerte en la escritura dramática.
Sobre los grandes autores teatrales de Norteamérica:
La gran renovación del teatro norteamericano vino de la mano de Eugene O’Neill (1888-1953), de influencias simbolistas, expresionistas e ibsenianas. Ganó el Premio Nobel de Literatura y 4 veces el Pulitzer
Su enfoque sobre la acción dramática está en línea con Strindbeg, Chéjov e Ibsen, como se constata en “Largo viaje del día hacia la noche”.
Arthur Miller (1915-2005) ensayó también con las estructuras y la inserción de contrapuntos en escena, aunque su gran aporte fue la escenificación arquetípica del sueño americano en “La muerte de un vendedor viajero” y la fuerte crítica social a la persecución política en “Las brujas de Salem” y en “Una mirada desde el puente” que le reportaron el título de “conciencia social de Norteamérica”.
Tennessee Williams (1911-1983) es postulado junto a Miller como la figura mayor de la escritura teatral estadounidense. Su estilo osciló entre el realismo y altas cuotas de lirismo y dio voz a los inadaptados, perdedores, marginados y desamparados en piezas como “Un tranvía llamado deseo” y “La gata sobre el tejado caliente”, donde además asoman las pulsiones sexuales como un territorio a descubrir.
El diálogo de estos autores con el cine (en especial Miller y Williams) siguió un curso y fuerza paralelos al ser parte del sistema y desarrollar vínculos con figuras relevantes en Hollywood que se tradujo en el período dorado de los 50.
El relevo de esta herencia en las generaciones más recientes se atribuye a Edward Albee (1928), el implacable autor de “Quién le teme a Virginia Woolf?” y “Tres mujeres altas”; David Mamet (1947), ligado estrechamente al cine y al nuevo realismo en los 70 gracias a “Búfalo americano”, un título que indaga en el lado sombrío del sueño americano, como también lo consigue “Glengarry Glen Ross” en los ’80 y “Oleanna”, en los 90, frente al discurso políticamente correcto; Sam Shepard (1943), guionista de cine (“Paris, Texas”), actor y músico, además de dramaturgo, que emplea la sátira, el absurdo, argumentaciones oblicuas, personajes desencantados y elementos de la cultura contemporánea y de los géneros visuales en títulos como “Niños enterrados” y “Locos de amor”.
Las historiografías más recientes han apostado además por rescatar a las llamadas “madres del teatro norteamericano” y han redescubierto a Louisa Medina, Charlotte Barnes y Anna Cora Mowatt.
Sobre “La muerte de un vendedor” en versión del Teatro Nacional:
Calificada como “la obra del siglo XX” en la votación que organizara el Royal National Theatre, “La muerte de un vendedor viajero” se presenta en la sala Antonio Varas en una producción del Teatro Nacional Chileno bajo la dirección de Raúl Osorio.
La pieza se escenifica con el título de “La muerte de un vendedor” y su puesta en escena es resultado de la gestión del protagonista, Oscar Hernández, quien adquiriera los derechos de representación para Chile.
El texto se estrenó en Filadelfia en 1949 y obtuvo los premios Pulitzer de Teatro y del Círculo de Críticos de Teatro de Nueva York. Un año después fue montada en Santiago por el Teatro Experimental de la Universidad de Chile.
En ella se pesquisan referentes biográficos por el paralelo del protagonista, Willy Loman, con el padre del autor, un inmigrante vienés que se estableció en Norteamérica con una fábrica de abrigos, pero que terminó en la ruina a causa de la Gran Depresión.
Loman se ha convertido con el tiempo en un arquetipo o paradigma de las fisuras del sueño americano a partir de su oficio de vendedor viajero.
La pieza lo presenta como un fracasado en el trabajo que intenta erigirse en modelo ciudadano al interior de su familia, pero que deriva en víctima trágica de la utopía fallida, forzado a sacrificar su vida para que el grupo familiar cobre un seguro y pague las deudas.
La escritura resultó particularmente innovadora en su momento por el uso de elipsis y la superposición de planos que desentrañan los fantasmas del personaje, quien transita por los niveles del cotidiano y pronto salta a la dimensión de sus pesadillas.
Llevada a escena en medio del actual derrumbe que experimentan los sistemas económicos de Norteamérica y Europa, el texto recobra su capacidad de interpelación, retrata con agudeza las dinámicas de especulación que rondan a la caída de Wall Street y ofrece nuevas aristas sobre el complejo vínculo que enlaza a Loman con sus hijos (Biff y Happy), como si el autor se hubiera anticipado también a la crisis actual del poder masculino.
La dirección se apoya en la escenografía de Pablo Núñez, una estructura metálica de distintos niveles que sirve como soporte a todas las situaciones, e introduce las notas musicales compuestas por Patricio Solovera.
Respetuoso del original, el montaje tiene una duración de 2 horas y 20 minutos.
El elenco lo integran Oscar Hernández (Willy Loman), Carmen Disa Gutiérrez (Linda),
Ignacio Hurtado (Biff, el hijo mayor), Nicolás Pavez (Happy, el hijo menor), Hugo Medina (Tío Ben), Eduardo Soto (Stanley), Marcela Solervicens (Jenny y Letta), Javiera Osorio (Srta. Forsythe), Pablo Teillier (Howard), Luis Wigdorsky (Charley), Luis Wigdorsky hijo (Bernardo) y Cecilia Cucurella (la Mujer).
Sobre la versión del Teatro Experimental de 1950:
El Teatro Experimental de la Universidad de Chile estrenó en 1950 la pieza de Arthur Miller bajo el título de “La muerte de un vendedor (conversaciones privadas en dos actos y un réquiem)”.
La dirección estuvo a cargo de Agustín Siré.
Emilio Martínez asumió el rol protagónico de Willy Loman en un elenco que integraron Anita del Valle (Betty), Domingo Tessier (Biff), Rubén Sotoconil (Happy), Eugenio Guzmán y Bernardo Trumper (Bernardo), María Cánepa (La Mujer), Roberto Parada (Charley), Jorge Lillo (Tío Ben), Pedro Orthous (Howard), Vidia Arredondo (Jenny), Carlos García (Stanley), Flavio Candia ( El Mozo), Coca Melnick (Srta. Forsythe) y María Teresa Fricke (Letta). El diseño y la iluminación estuvieron a cargo de Oscar Navarro. La música incidental fue compuesta por Héctor Carvajal y fue interpretada por músicos de la Orquesta Sinfónica.
Sobre la revisión del vendedor viajero:
En 1991, Arthur Miller estrenó en Londres una obra que ha sido vista como una extensión de “La muerte de un vendedor viajero”. Se trata de “The ride down Mr. Morgan”, que también tiene por protagonista a un vendedor viajero, Lyman Felt.
La pieza exhibe un tono sarcástico y muestra cómo el personaje debe enfrentarse a las fantasías persecutorias de un padre autoritario una vez que sufre un accidente que deja en evidencia la doble vida que ha llevado hasta entonces, al estar casado en dos ciudades distintas y sostener dos familias.
Esta obra se estrenó en Chile en el Teatro de la Universidad Católica con dirección de Ramón Núñez durante la temporada 2002, con el título de “El derrumbe” y actuaciones de Cristián Campos, María Izquierdo y Esperanza Silva.
En una entrevista realizada a mediados de los 90, en momentos en que la pieza debutaba en Broadway, Miller reconoció los paralelos entre Willy Loman y Lyman Felt.
Entonces afirmó: “Creo que la mayoría de las cosas terminan mal. La mayoría de las empresas humanas decepcionan”.
Sobre el realismo sicológico:
La escritura de Athur Miller suele asociarse con el realismo sicológico a causa del modo en que se las lleva a escena y las convenciones actorales que se ponen en juego.
El realismo es un movimiento que rompió con las corrientes románticas, melodramáticas y clásicas del siglo XIX. Busca convencer al espectador sobre la verdad escénica tanto en el tema como en el montaje. Es decir, lograr que la acción represente a la vida diaria en todo sentido: emociones, forma de pensar, situaciones, etc.
El realismo sicológico es la escuela de actuación que deriva de esta mirada. De ella se apropió el cine norteamericano a través del llamado Método de Lee Strasberg, que se asentaba en el trabajo del intérprete con su memoria emotiva. Prima el estudio de las motivaciones sicológicas de los personajes y es la cuna de lo que en dramaturgia se conoció a mediados del siglo XX como el realismo norteamericano.
Claves para el análisis:
- Dramaturgia norteamericana.
- Sueño americano.
- Arquetipo y paradigma.
- Realismo sicológico y realismo norteamericano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario